
Publicado: 18 de Abril de 2020
Desde que se inició la crisis del coronavirus, y desde que tuvimos las primeras noticias sobre su incidencia en China, todo nos parecía lejano, imposible, casi irreal.
En marzo, se inició nuestra lucha, una ducha de realidad que nos puso los pies sobre la tierra, aunque hemos tardado un poco en comprender que esto es la Escuela de la Vida.
No es que quiera verlo desde un punto de vista romántico, es que nos hacía falta una gran parada para poner en orden nuestras necesidades reales.
Por ejemplo, con nuestros hijos, ellos enfrentaban todos los días con 8 horas de clase, 3 más deberes y estudio y para terminar de redondear el día lectivo 2 horas más de actividades extraescolares, esto hace un total de 13 horas de ocupación alejados de la realidad. Y ahora bien, ¿qué es la realidad?, pues la realidad la componen los momentos de intimidad que ahora pasamos con ellos, las risas, las inquietudes, los llantos, los miedos, y sobre todo, una mirada al futuro conjunta. La realidad, es poder tener tiempo durante el desayuno y planificar un día perfecto, es colaborar codo con codo a mantener nuestro hogar ordenado y limpio, eso sí que es una enseñanza, es nuestra Escuela de la Vida; esto no se aprende en el colegio ni en los institutos, de hecho es una labor de padres, pero ni niños ni padres teníamos tiempo para volver a la Verdadera Escuela. Ahora le enseño mi hijo a elaborar su propio menú, a cocinar, a innovar y a improvisar. También le enseñó a mantener la casa limpia, pues el día de mañana ese también será su trabajo, a cómo se quita una mancha de chocolate, a cómo realizar un ambientador casero, exentó de químicos, a cómo coser una mascarilla, para que se pueda proteger el día de hoy y para siempre de posibles enfermedades. Ahora le enseñó a reutilizar cada una de las cosas que tenemos en casa, pues así no hay que salir a comprar, le enseño a hacer croquetas con las sobras del cocido, le enseño a reutilizar los envases de plástico y a cultivar nuestro pequeño huerto en la terraza, A utilizar los camales de un pantalón vaquero desgastado en un sistema de protección personal, …., este tiempo regalado, es el tiempo que se nos había olvidado pasar con ellos.
Pero desgraciadamente, este tiempo no es universal para todos, hay personal sanitario luchando por su vida y por la de los demás, que para no contagiar a su familia ni a sus hijos pueden ver, hay camioneros que se pasan los días en carretera para qué a nosotros no nos falte de nada, hay cajeras, reponedores que están expuestos a la enfermedad y aún así no reciben con la mejor de sus sonrisas, pero cuando vuelven a casa ya no tienen ese tiempo con sus hijos que tú y yo tenemos. Las fuerzas del Estado, policía local, Policía Nacional, Guardia Civil y hasta el mismo Ejército, están ahí para nosotros, y no pueden estar con sus hijos, no se les brinda esta preciosa oportunidad. Así que te pido por favor, que cuando te sientas desesperar, te des cuenta del momento tan privilegiado que estás viviendo, te pido por favor, que cuando vayas al supermercado o mejor al pequeño comercio de alimentación, muestres la mejor versión de ti, ellos se lo merecen; llama al centro de salud, diles que eres usuaria, recuérdales qué estás ahí por si necesitan algo, que cuando tú lo has necesitado ellos estaban ahí; que cuando te paren en un control para validar tú traslado en coche, empieces dando gracias, se amables con ellos, tan solo están vigilando para que esta pandemia se vaya cuanto antes.
Esta pandemia es cruel y preciosa, cruel pues nos ha alejado físicamente de las personas a las que amamos, a mí personalmente me ha alejado de mis padres, de mi compañero de vida y de mi hijo el pequeño, a los cuales llevo ya más de un mes sin abrazarlos, ni olerlos, ni sentirlos, pero no hay momento que no piense en ellos, que por cualquier cosa que me pase los llamo, realizó una videollamada les digo cuanto los amo, esa es la parte preciosa, antes no teníamos esa necesidad de compartir las situaciones cotidianas.
No hemos perdido un año escolar, ni mucho menos, le estamos enseñando Lecciones de Vida, al igual que ellos nos están mostrando su mejor aprendizaje, y nosotros retroalimentándonos aprendemos de cada segundo que pasamos con ellos.
En esta Lección de Vida, en esta Escuela de la Vida, no solo ellos aprenden, cogidos de la mano y bajo el mismo techo, nos hemos enterado de una vez, que no somos inmunes a las desgracias ajenas, que no podemos pasar de puntillas por el dolor sin que nos afecte, que cada pequeño logro es una gran victoria, qué juntos todos podremos. Estos momentos que pasamo,s ellos conmigo y yo con ellos, no volverán jamás, juntos vemos Youtube, aprendemos de las otras personas que nos ayudan hacer nuestra vida más fácil. Y aunque a veces, la inquietud y la soledad nos hagan sentir más débiles, nada más lejos de la verdad.
Estamos demostrando qué como sociedad no tenemos límite, qué mano con mano vamos a sacar esto adelante, que saldremos más flojos de bolsillos pero mucho más reforzados de corazón.
Estamos aprendiendo que detrás de cada número hay una vida, unas ilusiones, una familia, que en ocasiones se resignan volver a ese número, pues enferman, otras agradecen qué ese número se ha recuperado, y desgraciadamente, otras que no han podido despedirse de ese número. Hemos aprendido que los datos no solamente pertenecen a la estadística y a las matemáticas, hemos humanizado los números, hemos aprendido a valorar a nuestros mayores, qué tanto que nos han enseñado, eso sí que era la verdadera Escuela de la Vida, ahora se van solos y sin poder ser despedidos. Hemos aprendido empatía, a vernos reflejados en cada uno de esos números, a dar gracias por no pertenecer a esa estadística. Ahora nos duele el dolor ajeno.
Quién me diría a mí, que cuando hice la matrícula de mis hijos en mayo de 2019, esta matricula iba a ser universal, en las asignaturas troncales no constaba la solidaridad, ni la fuerza colectiva, ni él no te preocupes que yo estoy aquí,…, asignaturas que ahora no solamente hemos aprobado sino que estamos optando a la matrícula de honor.
Por favor, no penséis que es un tiempo perdido, es el tiempo que teníamos que haber invertido hace mucho tiempo.
Jamás me he considerado una mala madre, todo lo contrario, he sido firme cuando lo he tenido que ser, divertida el 99% tiempo, educativa y amiga de mis hijos, pero esta versión de madre que tengo el 18 de abril de 2020, no la hubiese enseñado ninguna escuela de padres.
Me encantaría, que todos los que sois padres y madres tengáis este sentir, este es un tiempo regalado, aprovecharlo, que dentro de poco volveremos al mundo anestesiado del estrés, al mundo competitivo, aunque espero de corazón, qué esta situación de la cual aprendemos todos, nos haya dejado una gran calificación en humanidad, en ayudar al prójimo y no se nos olvide nunca jamás.
Tan solo es mi sentir, os dejo que me voy a aplaudir.
Feliz tarde.
Mabel Casal